viernes, 20 de marzo de 2020

.Comer como conducta automática.



Una conducta controlada por el entorno más que por el individuo.
 

Conducta ingestiva

Introducción

Quizás el más misterioso y frustrante aspecto de la obesidad epidémica es el contraste entre lo que se sabe de la biología del problema y la incapacidad para detener la epidemia. Durante los últimos 25 años, el porcentaje de norteamericanos obesos (índice de masa corporal [IMC] ≥ 30 kg/m2) ha aumentado de 14,5% a 32,2%. Muchos queda por aprender acerca del metabolismo de los macronutrientes, pero nadie se ha opuesto seriamente al concepto que la obesidad es la consecuencia de que la ingesta calórica supera al gasto calórico. Porqué las personas continúan consumiendo más calorías que las necesarias cuando las consecuencias son tan evidentes, estigmatizantes y por todos conocido insalubres, es una pregunta que todavía no ha obtenido respuesta.
La obesidad epidémica solo puede haber surgido en las recientes décadas debido a una disminución de la actividad física, el aumento del consumo calórico, o ambos. Aunque la contribución de la inactividad física al problema todavía no es clara, tanto el consumo de alimentos como los datos sobre la cantidad de alimentos distribuidos en Estados Unidos indican que el consumo calórico del norteamericano promedio ha aumentado durante los últimos años. Esta evidencia debe llamar nuestra atención sobre un interrogante más importante de esta epidemia: ¿por qué la gente come demasiado?
Los esfuerzos nacionales por tratar y prevenir la obesidad dependen de una educación muy profunda de la población para regular su ingesta de alimentos a través de la publicación de guías generales sobre nutrición, promoción de dietas personalizadas e información en las etiquetas de la composición nutricional de los alimentos. El crecimiento continuado de la epidemia, a pesar del empleo de estas técnicas, debe hacer que la gente se pregunte cuáles son las causas de que esto suceda. La suposición más importante es que, dada la información y la motivación correctas, con el tiempo, las personas pueden mucho más reducir su ingesta de alimentos que su gasto calórico. A su vez, esta suposición implica que el comer es un acto conciente. Una suposición alternativa es que el comer es una conducta controlada por el entorno más que por el individuo. Esta idea está avalada por investigaciones sobre las influencias ambientales sobre el acto de comer y la naturaleza automática de ciertas conductas.
Influencias ambientales sobre el acto de comer
En años recientes, muchos estudios han demostrado la gran influencia que tiene el ambiente sobre la cantidad de alimentos que consumen las personas. En particular, el tamaño de las porciones parece ser muy importante para los patrones de consumo; las personas a las que se sirven porciones más grandes simplemente comen más comida, sin tener en cuenta su peso y el tipo de comida o la hora de las otras comidas. Por ejemplo, en un restaurante, las personas a las que se sirvió un plato de pastas 50% más grande que la porción normal comió 43% más que las personas a las que se sirvió una porción normal, aumentando su consumo calórico en 159 kcal. Los hombres a los que se suministró una bolsa de 175 gr. de papas fritas triplicaron la cantidad de papas fritas que comieron, comparados con los hombres que comieron de una bolsita de 25 g, llegando a consumir 311 kcal. La tentación de comer comida con las manos es tan fuerte que los seres humanos comen más, aun si la comida sabe mal. En un estudio, los asistentes a un cine a quienes se les suministraron cajas de palomitas de maíz de tamaño doble de lo normal y que 14 días antes se habían quejado del gusto, comieron todavía el 34 % más que las personas que comieron palomitas de maíz viejas de cajas de tamaño normal.
Más allá del tamaño de la porción, un principio es que la cantidad de alimento consumido aumenta a medida que el esfuerzo para comerlo disminuye, aun si la diferencia del esfuerzo es insignificante. Por ejemplo, los oficinistas que tenían chocolate Kisses en su escritorio comieron un promedio de 5,6 más caramelos (total: 136 kcal) por día que los compañeros que tenían los caramelos guardados a 2 metros de distancia. La cantidad en kilocalorías demostrada por este experimento es importante, porque un pequeño desequilibrio calórico mantenido en el tiempo puede producir obesidad. En efecto, se calcula que la ganancia de peso media en la obesidad epidémica en las últimas décadas podría estar causada por un exceso diario de solo 100 a 150 kcal.
La mera visión de la comida puede incitar a comer. Por ejemplo, Wansink y col. demostraron que los oficinistas comieron 3,1 más chocolates (total: 75 kcal) cuando los caramelos estaban guardados en envases transparentes. En otro experimento interesante de los mismos autores, los investigadores rellenaron los platos de sopa de los trabajadores mientras éstos comían, pero en forma inadvertida por ellos, y comprobaron que comieron 73% más sopa. El trabajo de Wansink demuestra repetidamente que las señales ambientales influyen sobre la frecuencia y la cantidad de comida y que las personas no suelen reconocer esas señales.
El contexto en el cual están ubicados los lugares de comida también influye mucho sobre los patrones de consumo. Cuanto más prolongada es la comida, más se come. La cantidad de comida que las personas comen está directa y fuertemente relacionada con el número de personas que comparten la comida; el consumo de alimentos aumenta un 28% cuando otra persona está presente y sigue aumentando progresivamente hasta el 71% cuando el número de compañeros de mesa son seis o más, como fue demostrado en otro estudio. Comer en compañía de otras personas también introduce otros efectos sociales poderosos.
Secuencia ambiente-percepción-conducta
En los últimos tiempos, los investigadores han hecho progresos no relacionados con el acto comer o la obesidad, comprendiendo cómo responden los seres humanos al estímulo ambiental. El ambiente es el contexto en el cual los seres humanos actúan y reaccionan. Cada momento, a través de lo que ven u oyen, los individuos perciben lo que sucede a su alrededor. Algunas de esas percepciones ocurren en forma inconciente, y muchas respuestas conductuales también ocurren sin advertencia o conciencia.
Los psicólogos han comprobado que si las conductas aparecen como instintivas o deliberadas, las respuestas conductuales a los estímulos ambientales pueden ser influenciadas por lo que se ha denominado “priming” (preparación), o la manipulación de las decisiones o juicios por la presentación previa de las palabras, conceptos o imágenes que no fueron percibidas como relacionadas con el accionar de las manos. Los efectos del priming pueden ser sorprendentes. Por ejemplo, Bargh y col. prepararon a individuos haciéndolos resolver un rompecabezas de palabras relacionadas con el enojo, como grosero, descortés o,desagradable; luego, esos sujetos mostraron más posibilidad de interrumpir una conversación que los sujetos preparados con palabras neutrales o relacionadas con la amabilidad. North y col. mostraron que cuando tocaban música francesa en un almacén de venta de vinos, las personas compraban más vinos franceses y que cuando se propalaba una música alemana, la venta de vinos alemanes aumentaba, con una conciencia escasa o nula del efecto de la música sobre sus compras. Un ejemplo de cómo el consumo de alimentos puede ser influenciado por el “priming” fue comprobado en un estudio en el cual individuos sedientos que tenían una “cara feliz”, consideraron que la bebida con sabor frutal que bebieron tenía buen gusto a diferencia de los sujetos que mostraban una “cara enojada”, quienes la catalogaron de mal.
Otro determinante importante de cómo los seres humanos responden a cualquier manifestación de su ambiente es simplemente su notabilidad, es decir, cuánto de lo que sucede en el entorno llama su atención. Por ejemplo, los investigadores de técnicas de mercado (marketing) han comprobado que cuando el espacio en la góndola del supermercado se llena con el doble de mercadería, las ventas aumentan un 40%. Este efecto se produce independientemente de si el producto es popular o impopular. Las ventas también aumentan cuando la mercadería se muestra en expositores especiales y cuando se ubican a nivel de los ojos del comprador. Las cadenas de supermercados, concientes de este principio, maximizan sus ventas exponiendo los artículos que dan mayor ganancia de manera muy visible, con grandes demostraciones.
Conductas automáticas
Los seres humanos tienen capacidades cognitivas limitadas; solo tienen capacidad para procesar, en forma conciente, 40 a 60 bits de información por segundo—equivalente a una frase corta. Sin embargo, su capacidad de procesamiento completa, la cual incluye el sistema visual y el inconciente, se calcula en 11 millones de bits por segundo. Por lo tanto, el cerebro necesita mecanismos que no requieren la conciencia cognitiva para percibir el ambiente y reaccionar ante él. En efecto, la capacidad de los seres humanos para ser efectivos y tener un alto rendimiento depende no solo de su capacidad para pensar en abstracto y creativamente sino también en su capacidad para dejar libres los pensamientos del nivel superior asignando las tareas rutinarias al nivel cerebral inferior. Por lo tanto, las conductas no cognitivas no son un signo de debilidad sino de adaptación que permiten a los seres humanos ser una especie particularmente productiva.
En la actualidad, los psicólogos han adquirido mayor conocimiento de las conductas automáticas, las cuales pueden ser definidas como aquellas que operan sin la dirección cognitiva. Para las decisiones concientes se requiere un gran esfuerzo mental y su implementación posterior constituye las conductas. La mayoría de las respuestas de los seres humanos al ambiente pueden ser consideradas conductas automáticas. Las personas sonríen o ríen cuando se divierten, fruncen el ceño cuando están enojados, se asustan cuando son sorprendidos por un ruido y tensan sus músculos cuando están asustados, todo esto sin una decisión conciente o un estado conciente de su comportamiento. Un ejemplo de una conducta automática más compleja es el mimetismo social. En una conversación, las personas imitan las maneras de los otros, como la sonrisa, la rubicundez de la cara y la agitación de los pies, independientemente de si son conocidos o no.
Bargh ha definido cuatro características de las conductas automáticas:

1) ocurren en forma inconciente
2) se inician sin intención
3) continúan sin control una vez iniciadas
4) operan eficientemente o con poco esfuerzo.

Sin embargo, no se requieren todos estos criterios para que una conducta sea considerada automática. Los estudios sobre el consumo de alimentos indican que comer debe ser considerado una conducta automática. Las personas no suelen ser concientes de cuánto comen. En los estudios que demuestran la influencia del tamaño de las porciones, las personas a las que se sirven porciones grandes usualmente no creen que han comido más que las personas a las que se sirvió una porción de tamaño normal, y cuando son encuestados no informan haber sentido más plenitud gástrica comparados con las personas que comieron porciones más pequeñas. La evidencia de que el acto de comer comienza sin un intento conciente puede provenir de la tendencia a comer cualquier alimento simplemente porque es la hora de comer y no por la sensación de hambre.
En general, una vez que la persona comienza a comer, continúa hasta que la comida se termina o hasta que algún hecho externo cambia la situación. En un estudio, las personas tendieron a no parar de comer porque estaban satisfechas sino porque no había más alimento o bebida, no tenían tiempo para seguir comiendo o habían terminado de mirar la televisión. Estos estudios también demuestran que el acto natural de comer, sin esfuerzo, tiende a ser continuo. No se requiere esfuerzo para continuar comiendo en presencia de la comida pero sí se requiere esfuerzo para dejar de comer, en presencia de comida. Es intuitivo considerar que las conductas centrales para la supervivencia de un ser humano o un animal son automáticas. Las evaluaciones de la seguridad de nuestro entorno y los juicios sobre el peligro potencial planteado por forasteros son a menudo automáticos y basados en estereotipos. La respuesta “pelee o vuele” sería demasiado lenta para poseer un carácter protector si es requerida para deliberar una toma de decisiones. Debido a que la tarea evolutiva central de los seres humanos ha sido consumir energía para vivir, no es de sorprender que estemos programados para comer, siempre que la comida esté a nuestro alcance.
El hecho de considerar el comer como una conducta automática no significa que los seres humanos no puedan comer bajo el control de su voluntad. Las personas pueden rehusar comer postres o resistir la tentación de comer chocolates guardados en el escritorio. Todas las conductas automáticas pueden ser controladas temporalmente. Los seres humanos pueden concientemente evitar sonreir cuando se divierten, fruncir el ceño cuando están enojados o tensar sus músculos cuanto están asustados. Pero esto significa un esfuerzo. La cantidad de esfuerzo requerida para rechazar la comida a la vista del alimento es importante, y es casi imposible sostenerlo mucho tiempo.
En general, el autocontrol de los seres humanos sobre sus conductas automáticas es limitado. El autocontrol se cansa como lo hace un músculo y disminuye nuestra capacidad para hacer otras tareas. Y así como el alimento rechazado disminuye las reservas mentales de la persona, las tareas requieren un esfuerzo mental que puede reducir la capacidad para resistir la tentación del alimento. En un estudio, las personas que trataron de mantener una dieta mientras deliberadamente se les propuso un problema insoluble aumentaron la ingesta de alimentos comparados con las personas que no trataban de controlar su comida. La demanda mental elevada que implica hacer dieta puede parcialmente explicar el patrón observado comúnmente de los que hacen dieta, quienes al inicio pierden peso para después ganarlo.
Las conductas automáticas tienen otra característica importante. Debido a que las personas no son concientes de las conductas, tampoco son concientes de las conductas que no están bajo su control. Nisbett y Wilson han comprobado que las personas suelen no ser concientes de un estímulo particular que desencadena una respuesta y aún si tuvieran conciencia del estímulo y la respuesta, pueden no estar advertidos de que realmente fue el estímulo el que causó la respuesta. En realidad, las personas tienden a elaborar razones para explicar sus conductas, eligiendo siempre las más plausibles y acordes con las teorías culturalmente aceptables. Bargh y Chartrand comprobaron que, aun después de haber conocido los resultados de los experimentos que demuestran la naturaleza automática de sus acciones, las personas que participaron continuaron rehusándose a creer que aquellas acciones no eran el resultado de una elección conciente. Nuestra dificultad para aceptar cuán fuerte es la influencia del ambiente en nuestra manera de comer puede provenir de nuestra incapacidad para reconocer y aceptar que nuestra manera de comer es una conducta automática. Sentimos culpa por nuestra debilidad para mantener una dieta, cuando es más posible que nuestras respuestas automáticas estén en relación con las señales para comer y la disponibilidad de alimentos baratos, convenientes y densos en calorías.
Si la conducta de comer es automática, se podría predecir que los alimentos más elegidos serían los que están más disponibles y más visibles y esto requiere el menor esfuerzo para comer, como lo son los alimentos precocidos y envasados y las bebidas que pueden ser ingeridos sin utensilios. De hecho, los alimentos que han mostrado mayor aumento en las ventas en el cuarto de siglo pasado son los siguientes: refrescos, bocados salados, papas fritas y pizza.
Comentarios
Es tentador creer que las personas con sobrepeso no son concientes de su peso. Pero la mayoría de los americanos se consideran obesos, y cerca de un tercio está tratando activamente de perder peso, incluyendo las mujeres con ÍMC de 18,5 a 25 kg/m2. La observación de que tantas personas continúan engordando a pesar de su deseo de ser delgados se explica más considerando al acto de comer como una conducta automática.
El concepto de que comer es una conducta automática, en oposición a una conducta que los seres humanos pueden regular, tiene consecuencias importantes sobre la obesidad epidémica. En efecto, los investigadores han descrito como un “ambiente tóxico” de donde nace la obesidad epidémica al nivel elevado de mercadeo, accesibilidad y cantidad de alimentos. “Este concepto indica que los abordajes educativos y motivadores para reducir el nivel de consumo de la población, como la guía que representa la pirámide nutricional, la información nutricional en las etiquetas y el consejo dietético, continuarán fracasando”. En lugar de estos enfoques para reducir el consumo, los autores enfatizan disminuir la accesibilidad, la visibilidad y las cantidades de alimentos a las cuales están expuestas las personas, y reducir las señales del ambiente que incitan a comer.
Los mejores abordajes incluyen la reducción del tamaño de las porciones, la limitación del acceso a las alimentos listos para comer, limitando la disponibilidad de comidas “al paso” en las escuelas y lugares de trabajo, y reduciendo la publicidad de alimentos. Debido a que los seres humanos parecen ser muy sensibles a pequeños cambios en el entorno del alimento, esas modificaciones pueden no necesitar ser prolongadas para ser efectivas. Por otra parte, debido a la naturaleza automática de comer y a que en la actualidad la gente está consumiendo más calorías que lo que necesita, esos cambios—una vez implementados—podrían ser muy bien notados. Esta perspectiva representa nuestra mayor esperanza para controlar la obesidad epidémica.


Referencias
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La obesidad epidémica solo puede haber surgido en las recientes décadas debido a una disminución de la actividad física, el aumento del consumo calórico, o ambos. Aunque la contribución de la inactividad física al problema todavía no es clara, tanto el consumo de alimentos como los datos sobre la cantidad de alimentos distribuidos en Estados Unidos indican que el consumo calórico del norteamericano promedio ha aumentado durante los últimos años. Esta evidencia debe llamar nuestra atención sobre un interrogante más importante de esta epidemia: ¿por qué la gente come demasiado?
Los esfuerzos nacionales por tratar y prevenir la obesidad dependen de una educación muy profunda de la población para regular su ingesta de alimentos a través de la publicación de guías generales sobre nutrición, promoción de dietas personalizadas e información en las etiquetas de la composición nutricional de los alimentos. El crecimiento continuado de la epidemia, a pesar del empleo de estas técnicas, debe hacer que la gente se pregunte cuáles son las causas de que esto suceda. La suposición más importante es que, dada la información y la motivación correctas, con el tiempo, las personas pueden mucho más reducir su ingesta de alimentos que su gasto calórico. A su vez, esta suposición implica que el comer es un acto conciente. Una suposición alternativa es que el comer es una conducta controlada por el entorno más que por el individuo. Esta idea está avalada por investigaciones sobre las influencias ambientales sobre el acto de comer y la naturaleza automática de ciertas conductas.
Influencias ambientales sobre el acto de comer
En años recientes, muchos estudios han demostrado la gran influencia que tiene el ambiente sobre la cantidad de alimentos que consumen las personas. En particular, el tamaño de las porciones parece ser muy importante para los patrones de consumo; las personas a las que se sirven porciones más grandes simplemente comen más comida, sin tener en cuenta su peso y el tipo de comida o la hora de las otras comidas. Por ejemplo, en un restaurante, las personas a las que se sirvió un plato de pastas 50% más grande que la porción normal comió 43% más que las personas a las que se sirvió una porción normal, aumentando su consumo calórico en 159 kcal. Los hombres a los que se suministró una bolsa de 175 gr. de papas fritas triplicaron la cantidad de papas fritas que comieron, comparados con los hombres que comieron de una bolsita de 25 g, llegando a consumir 311 kcal. La tentación de comer comida con las manos es tan fuerte que los seres humanos comen más, aun si la comida sabe mal. En un estudio, los asistentes a un cine a quienes se les suministraron cajas de palomitas de maíz de tamaño doble de lo normal y que 14 días antes se habían quejado del gusto, comieron todavía el 34 % más que las personas que comieron palomitas de maíz viejas de cajas de tamaño normal.
Más allá del tamaño de la porción, un principio es que la cantidad de alimento consumido aumenta a medida que el esfuerzo para comerlo disminuye, aun si la diferencia del esfuerzo es insignificante. Por ejemplo, los oficinistas que tenían chocolate Kisses en su escritorio comieron un promedio de 5,6 más caramelos (total: 136 kcal) por día que los compañeros que tenían los caramelos guardados a 2 metros de distancia. La cantidad en kilocalorías demostrada por este experimento es importante, porque un pequeño desequilibrio calórico mantenido en el tiempo puede producir obesidad. En efecto, se calcula que la ganancia de peso media en la obesidad epidémica en las últimas décadas podría estar causada por un exceso diario de solo 100 a 150 kcal.
La mera visión de la comida puede incitar a comer. Por ejemplo, Wansink y col. demostraron que los oficinistas comieron 3,1 más chocolates (total: 75 kcal) cuando los caramelos estaban guardados en envases transparentes. En otro experimento interesante de los mismos autores, los investigadores rellenaron los platos de sopa de los trabajadores mientras éstos comían, pero en forma inadvertida por ellos, y comprobaron que comieron 73% más sopa. El trabajo de Wansink demuestra repetidamente que las señales ambientales influyen sobre la frecuencia y la cantidad de comida y que las personas no suelen reconocer esas señales.
El contexto en el cual están ubicados los lugares de comida también influye mucho sobre los patrones de consumo. Cuanto más prolongada es la comida, más se come. La cantidad de comida que las personas comen está directa y fuertemente relacionada con el número de personas que comparten la comida; el consumo de alimentos aumenta un 28% cuando otra persona está presente y sigue aumentando progresivamente hasta el 71% cuando el número de compañeros de mesa son seis o más, como fue demostrado en otro estudio. Comer en compañía de otras personas también introduce otros efectos sociales poderosos.
Secuencia ambiente-percepción-conducta
En los últimos tiempos, los investigadores han hecho progresos no relacionados con el acto comer o la obesidad, comprendiendo cómo responden los seres humanos al estímulo ambiental. El ambiente es el contexto en el cual los seres humanos actúan y reaccionan. Cada momento, a través de lo que ven u oyen, los individuos perciben lo que sucede a su alrededor. Algunas de esas percepciones ocurren en forma inconciente, y muchas respuestas conductuales también ocurren sin advertencia o conciencia.
Los psicólogos han comprobado que si las conductas aparecen como instintivas o deliberadas, las respuestas conductuales a los estímulos ambientales pueden ser influenciadas por lo que se ha denominado “priming” (preparación), o la manipulación de las decisiones o juicios por la presentación previa de las palabras, conceptos o imágenes que no fueron percibidas como relacionadas con el accionar de las manos. Los efectos del priming pueden ser sorprendentes. Por ejemplo, Bargh y col. prepararon a individuos haciéndolos resolver un rompecabezas de palabras relacionadas con el enojo, como grosero, descortés o,desagradable; luego, esos sujetos mostraron más posibilidad de interrumpir una conversación que los sujetos preparados con palabras neutrales o relacionadas con la amabilidad. North y col. mostraron que cuando tocaban música francesa en un almacén de venta de vinos, las personas compraban más vinos franceses y que cuando se propalaba una música alemana, la venta de vinos alemanes aumentaba, con una conciencia escasa o nula del efecto de la música sobre sus compras. Un ejemplo de cómo el consumo de alimentos puede ser influenciado por el “priming” fue comprobado en un estudio en el cual individuos sedientos que tenían una “cara feliz”, consideraron que la bebida con sabor frutal que bebieron tenía buen gusto a diferencia de los sujetos que mostraban una “cara enojada”, quienes la catalogaron de mal.
Otro determinante importante de cómo los seres humanos responden a cualquier manifestación de su ambiente es simplemente su notabilidad, es decir, cuánto de lo que sucede en el entorno llama su atención. Por ejemplo, los investigadores de técnicas de mercado (marketing) han comprobado que cuando el espacio en la góndola del supermercado se llena con el doble de mercadería, las ventas aumentan un 40%. Este efecto se produce independientemente de si el producto es popular o impopular. Las ventas también aumentan cuando la mercadería se muestra en expositores especiales y cuando se ubican a nivel de los ojos del comprador. Las cadenas de supermercados, concientes de este principio, maximizan sus ventas exponiendo los artículos que dan mayor ganancia de manera muy visible, con grandes demostraciones.
Conductas automáticas
Los seres humanos tienen capacidades cognitivas limitadas; solo tienen capacidad para procesar, en forma conciente, 40 a 60 bits de información por segundo—equivalente a una frase corta. Sin embargo, su capacidad de procesamiento completa, la cual incluye el sistema visual y el inconciente, se calcula en 11 millones de bits por segundo. Por lo tanto, el cerebro necesita mecanismos que no requieren la conciencia cognitiva para percibir el ambiente y reaccionar ante él. En efecto, la capacidad de los seres humanos para ser efectivos y tener un alto rendimiento depende no solo de su capacidad para pensar en abstracto y creativamente sino también en su capacidad para dejar libres los pensamientos del nivel superior asignando las tareas rutinarias al nivel cerebral inferior. Por lo tanto, las conductas no cognitivas no son un signo de debilidad sino de adaptación que permiten a los seres humanos ser una especie particularmente productiva.
En la actualidad, los psicólogos han adquirido mayor conocimiento de las conductas automáticas, las cuales pueden ser definidas como aquellas que operan sin la dirección cognitiva. Para las decisiones concientes se requiere un gran esfuerzo mental y su implementación posterior constituye las conductas. La mayoría de las respuestas de los seres humanos al ambiente pueden ser consideradas conductas automáticas. Las personas sonríen o ríen cuando se divierten, fruncen el ceño cuando están enojados, se asustan cuando son sorprendidos por un ruido y tensan sus músculos cuando están asustados, todo esto sin una decisión conciente o un estado conciente de su comportamiento. Un ejemplo de una conducta automática más compleja es el mimetismo social. En una conversación, las personas imitan las maneras de los otros, como la sonrisa, la rubicundez de la cara y la agitación de los pies, independientemente de si son conocidos o no.
Bargh ha definido cuatro características de las conductas automáticas:
1) ocurren en forma inconciente
2) se inician sin intención
3) continúan sin control una vez iniciadas
4) operan eficientemente o con poco esfuerzo.
Sin embargo, no se requieren todos estos criterios para que una conducta sea considerada automática. Los estudios sobre el consumo de alimentos indican que comer debe ser considerado una conducta automática. Las personas no suelen ser concientes de cuánto comen. En los estudios que demuestran la influencia del tamaño de las porciones, las personas a las que se sirven porciones grandes usualmente no creen que han comido más que las personas a las que se sirvió una porción de tamaño normal, y cuando son encuestados no informan haber sentido más plenitud gástrica comparados con las personas que comieron porciones más pequeñas. La evidencia de que el acto de comer comienza sin un intento conciente puede provenir de la tendencia a comer cualquier alimento simplemente porque es la hora de comer y no por la sensación de hambre.
En general, una vez que la persona comienza a comer, continúa hasta que la comida se termina o hasta que algún hecho externo cambia la situación. En un estudio, las personas tendieron a no parar de comer porque estaban satisfechas sino porque no había más alimento o bebida, no tenían tiempo para seguir comiendo o habían terminado de mirar la televisión. Estos estudios también demuestran que el acto natural de comer, sin esfuerzo, tiende a ser continuo. No se requiere esfuerzo para continuar comiendo en presencia de la comida pero sí se requiere esfuerzo para dejar de comer, en presencia de comida. Es intuitivo considerar que las conductas centrales para la supervivencia de un ser humano o un animal son automáticas. Las evaluaciones de la seguridad de nuestro entorno y los juicios sobre el peligro potencial planteado por forasteros son a menudo automáticos y basados en estereotipos. La respuesta “pelee o vuele” sería demasiado lenta para poseer un carácter protector si es requerida para deliberar una toma de decisiones. Debido a que la tarea evolutiva central de los seres humanos ha sido consumir energía para vivir, no es de sorprender que estemos programados para comer, siempre que la comida esté a nuestro alcance.
El hecho de considerar el comer como una conducta automática no significa que los seres humanos no puedan comer bajo el control de su voluntad. Las personas pueden rehusar comer postres o resistir la tentación de comer chocolates guardados en el escritorio. Todas las conductas automáticas pueden ser controladas temporalmente. Los seres humanos pueden concientemente evitar sonreir cuando se divierten, fruncir el ceño cuando están enojados o tensar sus músculos cuanto están asustados. Pero esto significa un esfuerzo. La cantidad de esfuerzo requerida para rechazar la comida a la vista del alimento es importante, y es casi imposible sostenerlo mucho tiempo.
En general, el autocontrol de los seres humanos sobre sus conductas automáticas es limitado. El autocontrol se cansa como lo hace un músculo y disminuye nuestra capacidad para hacer otras tareas. Y así como el alimento rechazado disminuye las reservas mentales de la persona, las tareas requieren un esfuerzo mental que puede reducir la capacidad para resistir la tentación del alimento. En un estudio, las personas que trataron de mantener una dieta mientras deliberadamente se les propuso un problema insoluble aumentaron la ingesta de alimentos comparados con las personas que no trataban de controlar su comida. La demanda mental elevada que implica hacer dieta puede parcialmente explicar el patrón observado comúnmente de los que hacen dieta, quienes al inicio pierden peso para después ganarlo.
Las conductas automáticas tienen otra característica importante. Debido a que las personas no son concientes de las conductas, tampoco son concientes de las conductas que no están bajo su control. Nisbett y Wilson han comprobado que las personas suelen no ser concientes de un estímulo particular que desencadena una respuesta y aún si tuvieran conciencia del estímulo y la respuesta, pueden no estar advertidos de que realmente fue el estímulo el que causó la respuesta. En realidad, las personas tienden a elaborar razones para explicar sus conductas, eligiendo siempre las más plausibles y acordes con las teorías culturalmente aceptables. Bargh y Chartrand comprobaron que, aun después de haber conocido los resultados de los experimentos que demuestran la naturaleza automática de sus acciones, las personas que participaron continuaron rehusándose a creer que aquellas acciones no eran el resultado de una elección conciente. Nuestra dificultad para aceptar cuán fuerte es la influencia del ambiente en nuestra manera de comer puede provenir de nuestra incapacidad para reconocer y aceptar que nuestra manera de comer es una conducta automática. Sentimos culpa por nuestra debilidad para mantener una dieta, cuando es más posible que nuestras respuestas automáticas estén en relación con las señales para comer y la disponibilidad de alimentos baratos, convenientes y densos en calorías.
Si la conducta de comer es automática, se podría predecir que los alimentos más elegidos serían los que están más disponibles y más visibles y esto requiere el menor esfuerzo para comer, como lo son los alimentos precocidos y envasados y las bebidas que pueden ser ingeridos sin utensilios. De hecho, los alimentos que han mostrado mayor aumento en las ventas en el cuarto de siglo pasado son los siguientes: refrescos, bocados salados, papas fritas y pizza.
Comentarios
Es tentador creer que las personas con sobrepeso no son concientes de su peso. Pero la mayoría de los americanos se consideran obesos, y cerca de un tercio está tratando activamente de perder peso, incluyendo las mujeres con ÍMC de 18,5 a 25 kg/m2. La observación de que tantas personas continúan engordando a pesar de su deseo de ser delgados se explica más considerando al acto de comer como una conducta automática.
El concepto de que comer es una conducta automática, en oposición a una conducta que los seres humanos pueden regular, tiene consecuencias importantes sobre la obesidad epidémica. En efecto, los investigadores han descrito como un “ambiente tóxico” de donde nace la obesidad epidémica al nivel elevado de mercadeo, accesibilidad y cantidad de alimentos. “Este concepto indica que los abordajes educativos y motivadores para reducir el nivel de consumo de la población, como la guía que representa la pirámide nutricional, la información nutricional en las etiquetas y el consejo dietético, continuarán fracasando”. En lugar de estos enfoques para reducir el consumo, los autores enfatizan disminuir la accesibilidad, la visibilidad y las cantidades de alimentos a las cuales están expuestas las personas, y reducir las señales del ambiente que incitan a comer.
Los mejores abordajes incluyen la reducción del tamaño de las porciones, la limitación del acceso a las alimentos listos para comer, limitando la disponibilidad de comidas “al paso” en las escuelas y lugares de trabajo, y reduciendo la publicidad de alimentos. Debido a que los seres humanos parecen ser muy sensibles a pequeños cambios en el entorno del alimento, esas modificaciones pueden no necesitar ser prolongadas para ser efectivas. Por otra parte, debido a la naturaleza automática de comer y a que en la actualidad la gente está consumiendo más calorías que lo que necesita, esos cambios—una vez implementados—podrían ser muy bien notados. Esta perspectiva representa nuestra mayor esperanza para controlar la obesidad epidémica.


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