Recuerdo las tardes a solas, porque no había nadie, ni siquiera yo, esas tardes lo dulce calmaba mi sed de Propio Amor. Ese texturizado vaso de leche me remontaba a las tardes de niña, al volver de la escuela.
Siempre estuve sola, pero no lo sabía.
No estaba en ningún lado, no tenía nido.
A medida que mi cuerpo creció el Hambre de Mi también.
Resultaba difícil tener las voces de tantos Yoes clamando expresarse sin una voz de autoridad amorosa que los calmara y les diera lo que nunca tuvieron.
Amor incondicional, de ese con límites concretos que dan paz. De ese que acuna, y sostiene pero deja marcado, bien marcado adonde ya no debes volver más….Ese amor sano y único que no vive en la voz mental sino en el silencio. Ese amor que siente, y vence las cadenas que nos dejan paralizados en vivencias que siempre terminan siendo de angustia….Ese Amor cocínalo para ti. Claudia Bergonzi